El resto de la visita fue una tortura. Regina no podía dejar de mirarlos, sintiendo que esa mujer era demasiado hipócrita.
Observaba su imagen de cordero indefenso y sentía una mezcla de asco y frustración.
Si Nicolás hubiera entrado un segundo antes, se hubiera dado cuenta de las palabras cargadas de veneno que le había soltado estando a solas, pero la mujer era demasiado astuta, aun estando enferma y convaleciente.
Sentía una imperiosa necesidad de contarle la verdad a su marido, de desenmascarar a su amiga de la infancia, pero no sabía si era conveniente, dado el cariño que le profesaba. Sin embargo, el impulso ardiente seguía ahí, en su pecho, pinchando e insistiendo para que lo hiciera. Quería gritarle que Alicia no era la persona que él creía.
Así que cuando finalmente salieron de la habitación y se dirigieron al auto, el silencio en el ascensor se le hizo demasiado pesado. Necesita soltarlo. Se mantuvo pensativa, mientras subían al vehículo; sus dedos tamborileaban nerviosament