—¡Estuviste fabulosa, Regina!
No paraba de decir Ismael, mientras abrían la puerta del auto. Su sonrisa era contagiosa, tanto que se encontró a sí misma sonriendo sin parar, tratando de ignorar el momento incómodo que habían tenido con Nicolás instantes antes.
—¡Realmente los dejaste a todos sin aliento!
—Gracias, Ismael. No sé qué habría hecho sin tu apoyo hoy —la verdad era que le gustaba muchísimo que hubiera decidido acompañarla. Parecía que era el único aliado que le quedaba en el mundo y eso, de por sí, ya era muy deprimente. Tan sola estaba, se dio cuenta entonces.
Una vez en el auto, la música pop llenó el espacio. Ismael subió el volumen y comenzó a cantar a todo pulmón, desafinando a propósito, haciéndola reír y animándola a soltarse, a cantar sin preocuparse, a ser ella misma. Así que no tardó en unirse a él, dejando que la música y la euforia del momento la arrastraran, olvidando a su marido, la sala de conferencias y todo lo que la atormentaba horas antes. Por unos minut