La sensación de un nudo en el estómago crecía más con cada segundo que observaba el gran salón de conferencias de la empresa, siendo abarrotado de personas. Debía de reconocer que el día del lanzamiento del nuevo producto había llegado demasiado pronto para su gusto.
—No puedo, Nicolás —susurró al hombre a su lado, sin dejar de enfocar su vista en las luces del proyector que iluminaban la pantalla gigante y, al mismo tiempo, traían a colación el recuerdo de su anterior fracaso.
No soportaría que todo saliera mal.
No de nuevo.
Ambos estaban de pie en un rincón apartado del salón, lejos de la mirada de los curiosos, pero no del murmullo constante de la gente.
—Hazlo tú. Estoy… no me siento bien —admitió. No le gustaba mostrarse débil, pero no tenía más opción.
Nicolás se percató entonces de que las manos de la mujer se apretaban una contra de la otra con visible ansiedad. Posiblemente, recordando la última vez en la que había intentado hacer esto y había terminado en una vergüenza