Adeline devolvió apresuradamente las cartas a su lugar y se secó las lágrimas. Luego avanzó para abrir la puerta del dormitorio. Afuera estaba el abuelo Tom.
—Abuelo… pensé que era otra persona. Pasa —dijo Adeline con calidez, tomándolo de la mano y guiándolo hacia dentro. El abuelo Tom asintió mientras Adeline lo ayudaba a sentarse en el borde de la cama.
—¿Cómo te sientes, abuelo? ¿Te encuentras mejor ahora? —preguntó Adeline con preocupación.
—Estoy bien, querida. Me siento bien. No hay nada de qué preocuparse —respondió el abuelo Tom con suavidad.
—Ah, cierto, abuelo —dijo Adeline con algo de duda—. Quiero preguntarte algo. En el hospital, me dijiste que fue Jason quien te pidió que arreglaras nuestro matrimonio. ¿Eso es verdad?
—Sí, querida. ¿Por qué lo preguntas? —respondió el abuelo Tom mientras se quitaba las gafas y luego se las volvía a poner.
—Entonces… ¿no me mentías? —preguntó Adeline con cuidado.
—¿Por qué iba el abuelo a mentirte? —dijo el abuelo Tom entre risas—. En ef