—Fíjate por dónde caminas la próxima vez.La voz era profunda, fría y autoritaria.Isabella alzó la vista con el ceño fruncido, justo a tiempo para ver la espalda de un hombre alto, vestido con un elegante traje negro, que se alejaba sin siquiera mirarla.—¿Perdón? ¡Deberías ser tú quien mire por dónde va! —le gritó, pero él ya se había perdido entre la multitud.Soltó un largo suspiro.—Genial. Perfecto. ¿Puede este día ir peor? —murmuró entre dientes.Se agachó a recoger los documentos esparcidos por el suelo del vestíbulo.—Me pasé toda la noche organizando estos archivos para la presentación de hoy, y ahora pasa esto… —refunfuñó, sacudiendo el polvo de una carpeta.Increíble. Él choca conmigo, y la culpable soy yo.Cuando tuvo todo en orden, Isabella se apresuró a entrar, registró su llegada y subió casi corriendo las escaleras hacia la sala de reuniones del segundo piso.En cuanto abrió la puerta, el corazón se le detuvo. Todos estaban ya sentados: su jefe, el señor Luiz, y vario
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