6. Devoción
Vasya movió las caderas apenas, un giro pequeño, impaciente y él gruñó, apretando los dientes.
—No te muevas —susurró—. Déjame sentirte... solo un segundo más.
Ella obedeció, aunque le costó. Sus muslos temblaron alrededor de su cintura, sus dedos se clavaron más hondo. Zinoviy cerró los ojos y se volvió loco de deseo perdiéndose en la sensación de ella abierta por completo, empapada, palpitando alrededor de él, con la respiración caliente contra su oreja.
Luego abrió los ojos y la miró, en ese instante, el mundo se detuvo.
Vasya estaba allí, debajo de él, con los labios entreabiertos, el pecho subiendo y bajando en respiraciones cortas y rápidas. La luz tenue derramaba un resplandor dorado sobre su piel, haciéndole notar sus mejillas sonrojadas, no solo por el esfuerzo, sino por una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver. Sus ojos color miel y fieros que siempre lo desafiaban, ahora lo miraban con una mezcla de rendición y hambre que lo atravesó sentir increíblemente posesivo.
Era he