5. Por primera vez
Los labios de Zinoviy bajaron por la línea de su mandíbula, lentos, deliberados, dejando un rastro húmedo. Llegó al hueco bajo su oreja y se quedó allí, respirando contra su piel, haciéndola estremecer con cada exhalación. Vasya intentó moverse, buscar su boca, pero él la sujetó con una sola mano en la nuca, inmovilizándola con esa facilidad brutal que tenía.
—No te muevas —susurró al fin con la voz tan baja como sensual—. Déjame mirarte.
Sus ojos la devoraron mientras sus dedos trazaban la curva de su cuello, el borde del escote, el nacimiento de sus pechos. Cada roce era una caricia deliberada e inquietantemente poderosa.
Desabrochó los botones del vestido uno a uno, sin prisa, disfrutando de cada detalle. Cuando la tela se abrió, el aire frío de la montaña golpeó su piel desnuda y ella jadeó, Zinoviy saboreó el sonido inclinando la cabeza para besar el valle entre sus pechos, lento, reverente, como si estuviera adorando algo sagrado y profano al mismo tiempo.
Sus manos grandes baj