42. Promesa
Marco la miró fijamente.
Desde que se había enterado que estaba embarazada, las cosas habían cambiado totalmente aquel instinto protector que sentía hacia Polina se había multiplicado, él odiaba sentirse vulnerable de alguna manera, pero ahora todo era distinto.
Su familia era su debilidad y ahora Polina y ese bebé que llevaba en el vientre se habían convertido en parte de ella.
Antes solo eran Gian y él pero se sentía jodidamente feliz de que hubieran más miembros de la familia creciendo no solo en Polina, sino también en Natalya.
—¿Qué hora es? —la voz suave de Polina lo sacó de sus pensamientos haciendo que la mirara con el entrecejo fruncido de manera sospechosa.
Conocía ese brillo en los ojos oscuros de ella.
Marco tensó la mandíbula sin estar preparado del todo para lo que sea que ella quisiera.
—Las cuatro de la tarde —respondió en un tono seco sin dejar de mirarla.
—Mierda, es tarde.
—¿Tarde para qué? —gruñó llegando a su lado rápidamente al ver que ella quería levantarse sola