38. Calladita
Valerik se deleitó ante la gloriosa visión frente a él.
—Me echaste de menos, princesa —ronroneó al ver lo húmeda que estaba.
Una de sus manos permaneció en su cadera mientras que la otra se abrió paso apoyando el pulgar en su clítoris sensible logrando que gimiera y temblorosa se sostuviera a sus hombros anchos.
Sus ojos se encontraron hambrientos, necesitados uno del otro.
—Porque yo pensé que perdería la maldita cabeza si no entraba a tu habitación. No voy a pasar otra noche sin tocarte, no después de que fuiste mía, Rash. No hay nada que pueda mantenerme alejado de ti.
Rashel tembló en ese momento.
No solo porque lo deseara.
Sino también por esa certeza de sentirse amada por él. Por el único hombre al que había querido en su vida.
—Yo tampoco quiero que lo hagas, te extrañé. Estaba tan asustada de que te pasara algo.
Ella pasó una mano suavemente por su mandíbula y él la besó.
—¿Cómo iba a dejar que me pasara algo malo cuando tengo esta recompensa? Ahora voy a darme un festín…
Ella