36. Él vino
Aleksandr ni siquiera había sospechado que su infierno había comenzado.
Las luces tenues dificultaba que los hombres pudieran ver lo que les daba una ventaja clara sobre ellos.
Dimitry y Valerik disparaban con regularidad pero el último vio el momento exacto en que uno de los hombres se acercaba a Dimitry para herirlo, su arma se quedó sin balas, no había tiempo para recargar. Sacándose un cuchillo corrió y no tardó en matar al cabrón.
Hundió su cuchillo hasta la empuñadura y solo cuando sus ojos se volvieron vidriosos lo arrojó al suelo limpiando la sangre de su cuchillo con su ropa.
—¡Valerik, recarga y ven! —ordenó Dimitry de un gruñido.
—¡Ya voy! Evidentemente no puedes vivir sin mí.
—¡Cierra la boca y mueve el culo!
Él alcanzó su arma y vio que dos más se lanzabas hasta él.
Degoñó a uno con una rapidez alucinante.
Dimitry llegó a donde estaba el otro perplejo por los movimientos asesinos de Valerik y Dimitry quebró su cuello con facilidad arrojándolo al suelo.
—Camina.
Dimitry baj