150. Dame tu permiso
Metisy tomó su barbilla alzándola y su toque la asqueó pero Natalya luchó para mantenerse calmada, si él notaba su debilidad estaba segura que la aprovecharía.
—Tienes garra, me gusta. Bueno, seguirás todas mis indicaciones. Vas a follártelo y fingirás que te guste, ¿O quizás ya lo hace?
—¡¿Te volviste loco, maldito sádico?! —rugió Gian.
Lya se estremeció desencajada por lo que acababa de decirle sintiendo como cada parte de su cuerpo se tensaba.
Las palabras se quedaron por un momento atascadas en su garganta mientras que luchaba por contener el llanto ante la situación asquerosa y surrealista.
¿Por qué ese hombre quería algo como eso?
Ese desquiciado se echó a reír con crueldad sabiendo que los tenía en sus manos.
Natalya sentía como los demonios del pasado volvían a lastimarla reabriendo viejas heridas que creía haber sanado.
—Vamos, desnúdate, cosita —ignoró el rugido de Gian que cada vez sentía más dolor en las muñecas—. Saldré de aquí para darles... privacidad —soltó burlón—. Pe