—¡Mamá! ¡Papá!
Enzo me miró, sudado y desnudo sobre mi y vi la duda entre si contestar o fingir que no estábamos y seguir con lo nuestro.
—¡Están llamando fuera!
Se acabó allí. Enzo se echó de mala gana a mi lado y recogió su ropa del suelo. Se levantó los calzoncillos, su erección se notaba demasiado y me mordí los labios.
—No me mires así porque me duele la polla.
Me tiró la lencería al lado y cuando me levanté de la cama y se me cayó la sábana, se tocó la polla sobre la ropa. Yo también quería terminar lo que empezamos y más cuando era sexo de cumpleaños, de su treinta y cinco cumpleaños.
En lugar de ponerme la lencería cogí su camiseta del suelo y