Aún en shock, Maia no podía creer lo que veía.
—Théo… ¿C-cómo? —Tartamudeó.
Pero todas las dudas no tuvieron espacio cuando él la abrazó fuertemente, sin dejar que dijera nada más.
—Estaba con saudade. —Dijo él.
La llenaba de besos, sin siquiera pedir permiso. No habían pasado ni tres días sin verse, pero el miedo de que ella desapareciera y nunca más pudiera encontrarla lo dejaba desesperado. Entrando en la habitación y cerrando la puerta, la tomó en brazos sin dejar que sus bocas se separaran.
—Para. —Ella lo alejó, percibiendo lo desesperado que estaba y lo que podría pasar si no lo detenía.
—¿Por qué? —La cuestionó.
—Porque Lis está en la cama durmiendo. —Señaló a la niña acostada, con un gorrito de osito en la cabeza.
Entonces él se alejó.
Aunque la niña estuviera dormida, era irrespetuoso hacer lo que pretendía, aún más sabiendo que no podría contener los sonidos que con certeza serían producidos allí. Él se acercó a la cama y observó a la niña dormida, besó suavemente su cabeci