El nerviosismo estaba a flor de piel y la adrenalina corría por todas sus venas. Su voluntad era ir detrás de Maia y mostrarle que quien estaba bajo el control de las cosas era él, y que ella no tenía derecho a pensar o elegir nada. Su teléfono comenzó a sonar insistentemente después de haber colgado en la cara de Fábio.
—¿Qué quieres? —Atendió nervioso.
—¿Por qué colgaste? Ni siquiera terminé de hablar contigo. —Dijo Fábio tranquilamente.
—¿Crees realmente que quiero escuchar algo más? —gruñía, como si fuera una fiera.
—Te dije que no sacaras conclusiones precipitadas.
—¿Qué quieres que haga entonces?
—Puedes empezar escuchándome, primeramente. —Continuó calmado. —Ella solo me llamó porque es una mujer muy correcta y honesta, Théo, quiere cumplir el acuerdo de ustedes, pero tiene miedo de lo que pueda suceder si sigues actuando así. Primero, la amenazas diciendo que quieres meterla en la cárcel y luego dices un montón de cosas extrañas, empezando a tratarla como si quisieras algo de