Cuando Maia llegó a la mansión, extrañó el silencio en la casa.
Encontró a Théo sentado a la mesa, en el comedor, en silencio. Él comía solo.
—Buenas noches. —Lo saludó.
—Buenas noches, ¿por qué tardaste? —La voz de él sonó suave.
—Tuve un imprevisto. —Respondió, sentándose a la mesa con él.
No iba a decir cuál había sido el imprevisto, ya que no quería que Théo se involucrara en su vida particular, aún más siendo cosas que no tenían nada que ver con los dos.
—Debiste haberme llamado y avisado. Me preocupé.
Su comentario la tomó por sorpresa, entonces terminó pensando que él había dicho aquello solo porque alguien podría estar vigilándolo.
—¿Tu abuelo ya llegó? —susurró.
—No, él no viene hoy.
—¿En serio? ¿Por qué? —Volvió al tono de voz normal.
—No lo sé, pero sé que eso me deja más aliviado, supe que él y la familia Trajano estarán fuera por tres días.
—¿Por qué eso te aliviaría? Cuanto más tiempo pase fuera, más tiempo estaremos juntos.
La expresión de Théo cambió de repente, parecí