Fernanda llegó a casa después de un largo día, sintiendo el peso del embarazo en cada paso. El aroma de especias y caldo caliente llenó el ambiente, envolviéndola en una sensación de calidez y hogar. Caminó hasta la cocina y se encontró con Matías de espaldas, moviendo una cuchara dentro de una olla humeante. Sonrió sin poder evitarlo.
Se acercó a él y, sin decir una palabra, rodeó su cintura con sus brazos, apoyando la mejilla contra su espalda. Matías dejó escapar una leve risa y se giró levemente para mirarla.
—Te hice sopa —dijo con ternura, acariciando su mejilla con los nudillos—. Te va a gustar mucho.
Fernanda asintió con una sonrisa y fue a sentarse en la mesa. Observó cómo Matías servía el caldo con esmero, asegurándose de que todo estuviera perfecto.
Él colocó el tazón frente a ella y se inclinó para besar su frente.
—¿Cómo te sientes hoy, amor?
Fernanda jugueteó con la cuchara unos segundos antes de levantar la mirada.
—Matías… hoy ocurrió algo y necesito decírtelo.
Su espos