—Roma, ¿qué pasa?
La voz de Giancarlo la ancló a la realidad, pero su corazón seguía latiendo con fuerza, como si aún sintiera la presencia de Alonzo allí. Sus ojos recorrieron el castillo en ruinas, el frío en su espalda persistía.
—Yo… —tragó saliva—. Juro que lo vi. Estaba de pie, justo ahí.
Giancarlo frunció el ceño, su mandíbula se tensó. Sentía una punzada de miedo que no quería reconocer.
—Roma, amor, él no sabe dónde estamos. ¿Cómo podría estar aquí?
Ella bajó la mirada, insegura. ¿Realmente lo había visto? ¿O su mente jugaba con ella? Quizás era la culpa, o los recuerdos de un pasado que se negaba a morir.
—No lo sé… tal vez fue alguien parecido.
—Mandaré a revisar el lugar. No quiero que nada perturbe nuestra paz.
Giancarlo hizo un gesto y su guardia personal se acercó de inmediato.
—Busquen a Alonzo Wang. Si está aquí, lo quiero fuera de este sitio.
El hombre asintió y desapareció entre los pasillos oscuros del castillo. Roma exhaló lentamente, tratando de calmarse.
Lo que n