—Eres una maldita… Lo pagarás, ¡lo pagarás caro! —La voz de Beth se quebró, llena de rabia, mientras sus ojos destilaban furia.
Andrea no dijo nada, pero un brillo de desafío se reflejaba en su mirada.
—Ya verás quién ganará, Beth —Andrea dejó escapar una risa amarga—. Eso te pasa por ponerte por encima de tu lugar. ¡Perra!
Andrea soltó una carcajada mientras un hombre se acercaba y la ataba con fuerza. La violencia con la que lo hacía no era más que una extensión de su desprecio.
—Ya saben lo que tienen que hacer. —dijo Andrea
El hombre les dirigió una mirada fría a sus compañeros.
En ese momento, el sonido de motores rugiendo por las calles se escuchó a lo lejos, seguido por el eco de pasos que se acercaban.
Los hombres subían por las escaleras hacia el techo de un edificio, y, a medida que se acercaban, el sudor frío empezó a recorrer la espalda de Beth. Los habían atado a las sillas con cinta en la boca, y sus ojos se cruzaron con los de Andrea, quienes compartían la misma sensació