Brianna estaba completamente congelada, su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras sus pensamientos la ahogaban.
«No. No puede ser. No puedo estar embarazada de Humberto. Ese maldito no tiene nada, está más arruinado que nunca. ¿Qué voy a hacer? Estoy atrapada en esta pesadilla. ¿Cómo le voy a decir a mi madre? Nunca podré ir a la universidad, mi vida se está desmoronando...»
El pánico se apoderó de ella mientras se abrazaba a sí misma, como si intentara mantener su cordura a toda costa.
Mientras se encontraba sumida en esa tormenta de pensamientos, vio a lo lejos a una mujer que llegaba apresuradamente, visiblemente desesperada.
La mujer iba acompañada por un hombre que, a pesar de la tensión en el aire, parecía mantener una compostura impecable.
—¡Estoy buscando noticias de mi hijo, Joel! Dijeron que lo trajeron aquí, por favor, necesito saber si está bien, estoy desesperada… —La voz de la mujer temblaba entre sollozos.
Brianna, aún completamente atónita por la revelación de sus