Capítulo 6 : Tu venganza reclama su momento
POV IRENE SAINT El folder contenía una beca completa para estudiar Jurisprudencia en la Universidad Bocconi. No podía creerlo: en apenas dos semanas podría dar inicio a ese sueño largamente anhelado. Dentro había una nota escrita con una letra elegante y precisa: “La vida siempre da recompensas. Conviértete en la mejor abogada y serás tú misma quien haga justicia.” A. B. No tenía idea de quién era el autor. Por un instante, surgió en mí una duda: ¿debía aceptar esta oportunidad? Me levanté y me quedé frente al espejo del apartamento, refrescando mi rostro con agua fría, intentando borrar el cansancio y la incertidumbre que me recorrían. Era una oportunidad única, sí, pero ¿a qué precio? ¿Sería este el camino que me permitiría recuperar fuerza y regresar al mundo que me lo había quitado todo? Tras un instante de vacilación, tomé el celular que había llegado junto al paquete. En la pantalla aparecía un número registrado como Señor Balestri. Respiré hondo y, con un gesto firme, escribí mi respuesta: «Acepto.» El teléfono vibró de inmediato con un mensaje que hizo que mi corazón se acelerara: «Bienvenida, Irene. Prepárate… porque el mundo no se doblega ante los débiles. Aquellos que luchan, los que se atreven, son los que terminan escribiendo su propia historia. Y tú estás a punto de comenzar la tuya.» Un escalofrío recorrió mi espalda. La seguridad, la amenaza y la promesa contenidas en esas palabras me dejaron sin aliento. Sabía que nada sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que algo grande estaba a punto de comenzar. Y así fue como mi vida cambió para siempre. La universidad me exigía el cien por ciento desde el primer día, y yo se lo di todo. Trabajaba y estudiaba hasta la extenuación, robándole horas al sueño, ahorrando cada moneda que caía en mis manos. Hubo noches en que creí que no resistiría, que mi cuerpo iba a colapsar… pero justo entonces llegaba un mensaje del señor Balestri. Sus palabras breves, siempre certeras, me devolvían la fuerza. De alguna manera, aquel hombre invisible nunca me permitió olvidar mi meta. “Hacer justicia” El tiempo se convirtió en mi aliado. Aceleré créditos, adelanté prácticas, y me destaqué en cada área donde pude dejar mi huella. El día de mi graduación hace un año, un sobre negro con iniciales doradas —A.B.— me esperaba en mi asiento. Dentro, solo una frase: «Cada vez más cerca de la meta». Tenía razón. Hoy, seis años después de haber llegado a Milán con el alma destrozada, y un único deseo de venganza, me había convertido en la abogada más joven y talentosa del mercado, socia de una de las firmas más prestigiosas de Milán. Y sin embargo… aún no conocía al benefactor que me dio la beca, la motivación y la esperanza en los días más oscuros. Esta noche es especial. En la gala se entregará el premio al mejor profesional de jurisprudencia de la ciudad. He sido nominada, y aunque quizá deba subir sola al escenario, mi corazón lo dedicará a mis padres y a mi bebé, que me observan desde el cielo. De Abby ya no sé nada. Aiden la amenazó tantas veces para encontrarme que terminé alejándola de mi vida. Tal vez fue mejor así. No pienso regresar aún a su sombra. No caeré en sus redes. Hoy soy otra: más fuerte, más fiel a mí misma. Pero mi sed de justicia… todavía arde. Frente al espejo, satisfecha con lo que veo, me ajusto el vestido color vino que abraza cada curva y deja en claro que no me escondo. Mi cabello, suelto en ondas suaves, acaricia mis hombros. Camino con la frente en alto, orgullosa de la mujer que me he convertido. La gala resplandece. Milán se reúne aquí: empresarios, jueces, políticos, los nombres que construyen y deciden el destino de esta ciudad. A la entrada me esperan Lorenzo Visconti —mi socio, mentor y figura paterna— junto a su hijo Marcelo, mi antiguo compañero de universidad. —¿Lista para recibir el premio, Irene? —pregunta Lorenzo con esa serenidad que siempre me transmitió. Les sonrío con gratitud. —Lorenzo, Marcelo… gracias por creer en mí. Confieso que me emociona pensar que quizá sea yo la elegida. —Lo serás —afirma Marcelo con entusiasmo—. Tu último artículo te posicionó como la mejor de tu generación. —Eso es mérito de mis maestros —respondo mirando a Lorenzo con afecto—, en especial de ti. Que has sido más que un guía… has sido el faro que me enseñó a escoger el camino más acertado en cada decisión profesional. Él aprieta suavemente mi mano, y el brillo en sus ojos me basta como respuesta. Nos sentamos. La ceremonia comienza. Luces, aplausos, discursos solemnes. Y entonces, la voz del presentador irrumpe: —Damas y caballeros, esta noche el premio al abogado más joven y talentoso, con un aporte excepcional a la sociedad, es para… ¡la abogada Irene Saint! El mundo se me queda en silencio por un instante. Lorenzo y Marcelo me felicitan, yo apenas puedo creerlo. Camino hasta el escenario entre aplausos, con el corazón desbocado y el alma vibrando. —Esta noche —continúa el presentador— contamos con la presencia del señor Alessandro Balestri, CEO de una de las industrias más poderosas de Europa. El nombre estalla como un trueno en medio del salón, desgarrando el aire con una fuerza que me sacude hasta los huesos. Un estremecimiento me recorre la piel; no comprendo por qué ese sonido, tan simple y a la vez tan familiar, logra desatar en mí un vértigo tan hondo, un temblor que brota de la memoria y se enreda con la certeza de lo inevitable. ¿Podría ser él… el enigmático señor Balestri? De pronto, lo veo avanzar entre las mesas. Un hombre alto, impecable en un esmoquin negro, con la mirada de acero y la seguridad de quien está acostumbrado a que el mundo se incline ante él. Sube al escenario con una elegancia natural y se coloca a mi lado. Me entrega el premio mientras el público estalla en aplausos. La luz me enceguece y me impide distinguir del todo sus facciones, pero su presencia es tan poderosa que llena el espacio. Se aproxima con calma, cada paso suyo imponiendo silencio y respeto. Entonces, inclinándose apenas, su voz grave y magnética se filtra en mi oído, haciéndome contener el aliento: —La vida siempre trae recompensas, Irene.—su voz se pausó por un segundo que me pareció eterno—Te lo advertí: —Milán siempre es un buen destino para volver a empezar.¡Felicidades.! El aire me falta. Pude reconocer esas palabras… Son las mismas que escuché de labios de aquel desconocido en la estación de tren, el día en que decidí dejarlo todo y venir a Milán. Y son también las frases que tantas veces me sostuvieron en la oscuridad, escondidas en mensajes anónimos que atesoré como mi única luz. Mis manos tiemblan alrededor del premio. Me obligo a girar, a enfrentar su mirada. Y cuando lo hago, el impacto me golpea con una fuerza brutal: mis ojos se cruzan con los de Alessandro Balestri… y de inmediato mi corazón se desboca, atrapado entre incredulidad y asombro, una agitación que me devora desde dentro y me deja sin aliento. Él… es el hombre que, en silencio, ayudé a salvar su vida una noche años atrás… siempre había estado más cerca de lo que jamás imaginé. Por un instante, todo el salón desaparece. Solo existimos nosotros. Su mirada me atraviesa con una intensidad capaz de desnudar cada miedo, cada triunfo, cada secreto escondido en lo más profundo de mí…antes de que pueda reaccionar, sus labios se curvan en una sonrisa enigmática y pronuncia algo que no alcanzo a comprender, pero que detiene el tiempo a mi alrededor. Al notar mi desconcierto, me guía con delicadeza para descender del escenario y, muy cerca, se inclina y susurra con voz grave y cargada de misterio, dejando que cada palabra resuene directamente en mi pecho. « Todo lo que esperaste… inicia aquí, y tu venganza reclama su momento.»Hola mis románti—lectores !!! No olviden comentar al inicio de la historia si les está gustando 😉