59. Asistente ejecutiva
POV SABINE DUPONT
—¡Maldito Lefevre! —escupí entre dientes, apenas mi tío Antonio pronunció su nombre con ese aire solemne, anunciándome un favor divino que no pedí ni deseaba.
«Trabajarás con él», exclamó en medio del desayuno.
Una sola frase bastó para obligarme a que me coloque de nuevo la máscara de obediencia que había llevado toda mi vida.
No me quedó más remedio que sonreír.
Sonreír, fingir agrado, aparentar gratitud.
La hipocresía era un traje que había aprendido a usar con elegancia. Me vestí con el mismo cuidado con el que un soldado se coloca su armadura: cada botón, cada prenda, cada trazo de maquillaje era parte de mi estrategia de supervivencia.
Mi vida entera había sido eso: una colección de apariencias bien pulidas para esconder la sed de libertad que me mantenía en pie.
Sin un padre que me protegiera.
Sin una madre que me amara.
Y con una madrastra que solo me crió como un instrumento útil, una pieza más en su tablero de ambiciones.
Aiden Lefevre no sabí