POV SABINE DUPONT
Esta noche salí con una sola intención: encontrar a alguien decente para perder mi virginidad.
Sí, lo admito. Suena estúpido, desesperado… incluso patético. Pero nadie sabe la verdadera razón por la que huí de París.
Mi madrastra, Madeline —una mujer fría, calculadora y con un corazón de hierro—, convenció a mi padre de que debía casarme con “un hombre poderoso”, así lo llamó ella, como si ese título lo volviera admirable. Pero para mí, ese supuesto hombre influyente no era más que un viejo repugnante, probablemente un pervertido con dinero y ansias de comprar lo que jamás podrá merecer.
—Es un buen partido, Sabine —dijó Madeline una noche, girando distraídamente su copa de vino entre los dedos—. Un hombre que sabrá cuidarte… y, de paso, mantenernos a todos.
—¿Cuidarme? —respondí con la voz temblorosa—. Si me lleva más de veinte años… tiene casi la misma edad que papá.
Ella sonrió, esa sonrisa suya tan venenosa.
—A los hombres como él no les interesa el amor,