DEVUÉLVEME A MI HIJO.
Alex sonrió y, cuando su mirada se cruzó con la de Marcos, se burló.
—Espero que nunca más te cruces en nuestro camino —sin decir nada, Marcos volvió a su auto y se marchó.
Horas más tarde, los Ferri abordaron el avión privado. Al aterrizar en el aeropuerto de Washington, varios hombres estaban esperando afuera. Cuando vieron a Alex, abrieron la puerta del coche.
—¡Bienvenido, señor Smith! —Alex les agradeció y, junto a su hermana y madre, se adentraron en el coche.
Al llegar, Maite contempló el lugar, soltó un suspiro y miró hacia atrás. Tenía ganas de salir corriendo y volver a París. Todo lo que había allí le resultaba ajeno.
—Maite —la voz de su mamá la sacó de sus pensamientos—. Ven, cariño —caminó hasta su madre. Al entrar, vio a una niña correr y lanzarse a los brazos de Alex.
—¡Papi! —aquella pequeña rubia envolvió sus piernas y brazos en el cuerpo de su padre. Alex la llenó de besos y mimos. Ante esa escena, Maite evitó la mirada y la centró en cualquier otra parte; a ella se