SE ACABO MARCOS.

Marcos se derrumbó ante aquella noticia. Sus grandes piernas se doblaron quedando de rodillas en el suelo. Su pecho ardía como si ácido hubiera sido derramado por dentro. Su corazón dolía, sentía que la mano de un gorila lo apretaba y se lo iba arrancando lentamente hasta el punto de asfixiarlo. Se rehusaba a creerlo, se negaba a aceptarlo. Él no asimilaba aquella verdad. Él no podía aceptar que su bebé, al cual esperó con tanto anhelo estuviera muerto.

A pesar de estar enojada con su nieto por lo que había hecho con Maite, Elisa se acercó y lo abrazó. Verlo así le afectó profundamente—. ¡Abuela, dime que no es verdad! —se aferró a la cintura de su abuela, donde sollozó como cual niño perdido en la plaza.

Sus sollozos se hicieron más fuertes cuando su abuela le dijo que si, que era cierto, que el pequeño había muerto. El imponente Marcos Heredia, con su arrogancia y prepotencia se encontraba aferrado a los pies de su abuela, llorando y reprochando a Dios por haberle arrebatado otr
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