UNAMOS FUERZA.

Marcos agarró a Maite de ambos brazos, apretó las muñecas de la joven y cuestionó —¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que nuestro hijo no está muerto? —, a pesar de que hablaba con calma, la manera en qué presionaba sus muñecas era la señal de que aquel hombre estaba irritado —¡Responde! —, la soltó cuando sintió que hacía más presión de lo que debía. No iba a volverse a comportar como un patán con ella, aunque motivos de sobra tenía, pero inhaló y exhaló para poder controlarse.

—No te hagas el estúpido, Marcos. Sabes perfectamente de que estoy hablando, no trates de engañarme porque no creeré en tu supuesta inocencia, piensas que creeré que no sabes nada de mi hijo después de que has pasado día y noche vigilándome durante estos meses.

—No, no sé nada, no sé de qué me estás hablando, mujer—, miró a Rebeca, y está bajó la mirada.

—Ya hace dos meses que Marcos retiró la vigilancia, soy testigo de eso—, explicó Elisa —Nosotros no tenemos idea de lo que hablas ¿De dónde sacas que el niño no
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