Ella estaba boquiabierta allí, mirándolo como si él tuviera dos cabezas, y Alessander no pudo evitar sonreír.
— ¿Sucede algo, Catalina?— interrogó, mirándola por encima de su hombro.
Ella dió un paso atrás, y tragó en seco. — Yo...venía porque...yo ...— balbuceó incoherentemente.
Sander agarró un delantal negro, de nailon, y se lo colocó. Acercándose a ella, mientras se secaba las manos en un trapo.
— ¿Se te ha olvidado lo que querías o verme desnudo te ha puesto incoherente?
Ella arrugó su entrecejo y negó, intentando aclarar sus ideas.
— Estoy cansada de cenar sola. ¿No podrías al menos...?
— No. — Masculló él.— para eso está tu esposo. ¿Dónde está tu esposo, Catalina?
Ella rodó sus ojos.
— Sabes perfectamente dónde está Sandro. Se fue de negocios y no regresa hasta el viernes. Por favor, podrías...
— No.
Catalina arrugó el entrecejo.
—Oye. — ella tomó el rostro de él rostro entre sus manos y lo forzó a mirarla, al notar que Sander tenía las pupilas dilatadas.— ¿e