—Solo te pido que le des una oportunidad a lo que podemos darte.— Susurró él, acariciando el delicado cabello oscuro de ella.
— ¿Cuántas veces han hecho esto, Sandro? ¿Cuántas mujeres han compartido tú y tu gemelo?— Masculló ella entre dientes.
— Ninguna. Tú eres la única que ha conseguido interesarnos a ambos.
Ella bufó, incrédula.
— No te voy a mentir. Mi hermano te ama. Lo ha confesado públicamente y comprendo a la perfección por qué lo hace. Yo, por el contrario solo siento...ah, curiosidad. Creo que sería interesante si exploramos esta atracción entre nosotros.
— Estás loco.— Masculló ella, recuperando su camisa del suelo y regresando a vestirse.
—Hace dos meses, me pediste que tomara tu virginidad. Me pediste que te enseñara como satisfacer a un hombre.— protestó él.
— Sí, pero en ese momento creí que tú serías mi esposo, creí que me respetarías, ¡no que querrías meterme en una relación poliamorosa y sin sentido contigo y con tu hermano!— ripostó ella.
Alessandro