Ella abrió la boca, se mordió el labio y parpadeó varias veces. Mientras él se inclinaba para besarla, ella forzó una carcajada, sacudió la cabeza y se apartó, mirándolo desde encima de su hombro.
— No juegues conmigo, Alessandro. Sé muy bien lo horrenda que soy. No tienes que...
— Shhh... Lo había notado antes y veo que sí. Tienes serios problemas de autoestima, pastelito. Pero no miento. Eres deliciosa.
Bajó su cabeza, enjaulando uno de sus duros pezones en su boca y luego lo pellizcó con sus dientes mientras torturaba al otro entre sus dedos, rodándolos suavemente antes de mirarla directamente a los ojos.
— Olvídalo todo. Olvida que yo me iba a casar con tu hermana. Olvida que estás enamorada de mi hermano y solo disfruta lo que soy capaz de darte.
A Catalina sus palabras le parecieron una especie de súplica. Y guardó silencio, solo se limitó a asentir.
Él iba a continuar hablando, pero ella le cubrió la boca con su mano.
— Escucha...sé que esta situación entre nosotros no