164. Amor detenido en el tiempo
Luego de visitar a su hijo Erik, Valdimir y Aelina se dirigieron a sus aposentos, conforme caminaban sentían como el ambiente que los rodeaba estaba lleno del deseo que los dos no podían contener. En ese momento, la luz de la luna se filtraba por los ventanales, bañando el pasillo en un resplandor plateado que realzaba la belleza delicada de Aelina.
Cuando llegaron al aposento real, el Rey Lobo observó cómo su amada estaba a punto de restaurar el flujo temporal. Sus ojos ámbar brillaron con intensidad mientras le susurraba con voz ronca y seductora:
—Espera… hagamos el amor con el tiempo detenido —pidió Valdimir, con sus palabras llenas de promesas sensuales.
Las mejillas de Aelina se tiñeron de un delicado carmesí, con su piel luminosa resplandeciendo aún más bajo el influjo de su magia. Con voz temblorosa por la excitación, explicó:
—No sé si se pueda… Durante todo este momento no te he soltado la mano, Valdimir. Si llegara a soltarse por un instante, formarías parte del tiempo deten