162. Revelaciones en el palacio detenido
El castillo, sumido en un silencio sobrenatural, se alzaba como un gigante de piedra dormido. En sus pasillos y rincones el tiempo se había detenido, creando un mundo de estatuas vivientes y momentos congelados. En medio de este lienzo inmóvil, Valdimir y Aelina se movían con suma tranquilidad, con sus figuras envueltas en un suave resplandor que los distinguía del resto del mundo paralizado.
Luego de oír la propuesta de su esposa, Valdimir exhaló pesadamente, cediendo ante la curiosidad insaciable de Aelina. Sus ojos color ámbar, recorrieron los corredores desiertos antes de posarse en Aelina. Con un gesto espontaneo y galante, el Rey Lobo guio a su reina por los pasillos congelados del castillo. Sus pasos en ese instante hacían un audible eco gracias al silencio antinatural que los rodeaba, creando un ritmo inquietante que marcaba su avance.
Sin perder el tiempo que tenían de sobra, el agudo olfato de Valdimir los llevó hasta el área de las habitaciones de servicio que era donde Erik