Fue Ted quien, al regresar, le recordó a Esteban que la nueva película de Serena ya se había estrenado.
Esteban, por lo general, no solía ir al cine.
Ted, que notó un leve interés en su jefe, se atrevió a preguntar:
—Señor Esteban, ¿quiere ir a ver una película?
Esteban sonrió con sutileza:
—¿Y de dónde sacaste que me apetece ir al cine?
Ted se quedó sin palabras.
Si no era capaz de leer entre líneas, mejor que devolviera su sueldo y se fuera al campo a sembrar papas.
Gracias a su aguda intuición y su capacidad de leer la mente del jefe con precisión quirúrgica —habilidades que le aseguraban su puesto como mayordomo de confianza—, Ted organizó una proyección privada en el cine personal de la familia.
Esteban había estado muy ocupado con compromisos sociales antes y después de las fiestas.
Ted, por su parte, ya había apoyado la película en cuanto volvió al país. No solo compró entradas, sino que animó a todos los familiares en el grupo de WhatsApp a hacer lo mismo.
Como ya había visto