Ted se secó las lágrimas.
—Eso sí que no —dijo—. Tengo ética profesional. Pero conozco a varios hijos de multimillonarios, todos con fortunas de al menos unos cuantos miles de millones. Si algún día de verdad te divorcias del señor Esteban, te presento a uno que te mantenga. Algunos son gays y buscan un matrimonio de conveniencia solo para mantener las apariencias.
—¿Perdón? —Serena lo miró sin entender.
—Ya sé que ninguno de ellos es tan guapo como el señor Esteban ni tan generoso —añadió Ted encogiéndose de hombros—. Sus fortunas son apenas una fracción de la de él. Pero te juro que no te presentaría a ningún adefesio. Además, si es un matrimonio de fachada, tú puedes cobrar y seguir saliendo con chicos jóvenes en secreto.
Serena, de pronto, sintió curiosidad por los chismes sobre Esteban.
En la novela, Esteban solo tenía una pareja de matrimonio de conveniencia: la Serena original. No había ningún otro escándalo. Ni siquiera con Cloris, la protagonista querida por todos, él mostrab