Una chispa de frialdad cruzó los ojos de Rafael.
Había subestimado a Serena.
Al principio, al verla tan delicada, creyó que solo era un juguete bonito en manos de Esteban.
Jamás imaginó que Serena no solo tenía lengua afilada, sino que incluso podía dar órdenes a Ted.
Ted, quien siempre obedecía solo a Esteban.
Incluso si el viejo señor Ruiz le pedía algo, él encontraba excusas para negarse.
Como mano derecha de Esteban, hasta los altos ejecutivos del grupo le mostraban respeto, mucho más que esos parientes lejanos que ahora intentaban sacar provecho mientras el anciano yacía en estado crítico.
Sin embargo, Rafael sabía que Esteban no regresaría pronto.
Si el viejo moría sin que su nieto estuviera presente, podría acusarlo de nieto desnaturalizado y así impedir que se llevara nada de la antigua residencia familiar.
Aunque esa mansión no se comparara con los activos del grupo, solo con sus reliquias y su valor histórico ya podía alcanzar miles de millones.
Blanca, por su parte, había e