POV ARES.
—¡Hijo de perra!
Hago una mueca ante el grito de Helena.
Sus lágrimas ruedan mientras me golpea.
—Lo siento.
—No, ¡lo sientas porque te voy a arrancar la cabeza y mandarla a la tumba!
Resoplo.
—Idiota, te he llorado como una desgraciada.
—Helena.
Cillian interviene.
—¡Cállate! —señala a mi hermano —esto no se hace.
—Cillian no sabía nada hasta hace un par de días —murmuro.
—Además, te expusiste ante esa demente.
Secunda Cillian.
—Esa demente tena a mi hija.
—Debiste decirnos.
—No había tiempo.
Niego.
Si no fuera por el rastreador en el colgante de Emma no sé qué habría sucedió.
—Bien. Ahora está muerta y se arrepintió mil veces por lo que hizo —sonrió —Rick la hizo ver al diablo.
—No sé de qué te ríes. No me tienes feliz.
Resoplo.
—De hecho, no solo a mí me tienes decepcionada tu decisión.
Arquea la ceja, señala a un lado y veo la maleta.
—No es cierto —murmuro.
—O si, vaquero. Te han tumbado del caballo y tu rodeo ha terminado.
La miro mal y ella sonríe con suficiencia.
—Me