Si se acercan, la mato.
Isabella seguía atada a aquella silla desvencijada, sus piernas y muñecas laceradas por la cuerda áspera que se hundía cruelmente en su carne.
Cada movimiento era un tormento que le arrancaba gemidos ahogados, su cuerpo empapado en sudor frío, su cabello pegado a la frente, enredado y húmedo por las lágrimas que seguían cayendo sin descanso.
No eran solo lágrimas de miedo, eran de rabia, de impotencia y del dolor abrasador de una verdad recién descubierta que la había quebrado por dentro.
Aún podía ver aquella visión como si estuviera sucediendo frente a sus ojos. La voz de Alessia resonaba como un eco perverso en su mente, repitiendo una y otra vez las palabras que habían revelado la traición más cruel.
"El impacto fue tan fuerte que no sobrevivió… Sebastián jamás recibió su ridículo regalo de aniversario. Ahora tengo el camino libre."
Isabella sollozó, soltando un llanto seco y desgarrador que le partió la garganta.
El hombre que