La cena fue inusualmente tranquila y armoniosa, lo que hizo que Julieta se sintiera como en un sueño.
Después de la comida, Samuel se retiró a su habitación en el piso de arriba.
Julieta frunció el ceño al ver a Samuel cerrar su puerta; hoy no había logrado hablar más con él.
Leandro la observó. Luego, bajó la cabeza para ordenar la mesa y dijo:
—Voy a lavar los platos.
Julieta se sorprendió un poco, pero no rechazó la oferta, y decidió subir.
Llamó a la puerta de Samuel y preguntó:
—Samuel, ¿puedo entrar?
—Un momento —respondió al otro lado de la puerta.
Unos minutos después, Samuel abrió la puerta y preguntó:
—¿Qué quieres?
Julieta miró hacia adentro y preguntó con una pequeña sonrisa:
—¿Puedo entrar y sentarme un rato?
Samuel dudó un momento, asintió y le hizo espacio.
Después de entrar, Julieta observó la habitación. La habitación de su hermano solía estar decorada con dibujos animados, pero ahora era simple en blanco, negro y gris, luciendo bastante desolada.
—¿De qué quieres h