TIFFANY GARDNER
Entré a la sala técnica con una sonrisa.
Llevaba un café en una mano y un panecillo de chocolate en la otra. Nada mejor que comida para curar una noche de caos y quemaduras digitales. Lo había pensado desde que me levanté: Oliver debía estar exhausto. Y después de lo que vivimos juntos, quería… no sé. Verlo. Sentir que todo estaba bien.
—¿Oli? —asomé la cabeza.
Él levantó la vista desde su escritorio. Se veía concentrado, pero en cuanto me vio, algo se suavizó en su rostro.
—Tiff…
—¿Te traje desayuno de sobreviviente —dije, dejando el café sobre su escritorio—. ¿Cómo estás?
—Podría decir “bien”, pero estaría mintiendo.
—¿Tan mal? —me senté en el borde del escritorio—. ¿El sistema está estable?
—Sí. La red está segura. Pero hay un pequeño… problema.
Mis cejas se alzaron al instante.
—¿Qué clase de problema?
Oliver bajó la voz.
—William revisó los registros del ataque. Encontró las firmas.
Me quedé helada.
—¿Las firmas?
—Sí. ShadowFox. Rosa Negra.
Mi garganta se cerró.
—