Yo me encargo de limpiar el desastre que dejen.
ASHTON GARDNER
El pitido constante del monitor cardíaco era el único sonido que decía que mi esposa aún estaba conmigo. Liss respiraba, estaba viva. Contra todo pronóstico estaba mejorando rápido, pronto la podría llevar a casa, tenerla en nuestra cama, dormir con ella, consentirla, y decirle lo mucho que la amo. Estaba sentado junto a su cama, le sostenía la mano con fuerza. No me atrevía a soltarla, como si pudiera aferrarla a la vida con mis dedos.
Ethan dormitaba en el sillón, Oliver revisaba algo en su Tablet, y la habitación del hospital estaba en penumbras. Las luces suaves apenas iluminaban su rostro, todavía pálido, pero con un poco más de color que ayer. Cada respiración suya era una maldita bendición. La visita de Erick nos había llenado de energía, extrañábamos demaciado a nuestro bebé, el doctor había dicho que Liss estaba sanando rápido y que el Hígado estaba perfecto para ella, no había ningún indicio de rechazo y eso era fantástico.
Mi teléfono vibró en silencio, desli