Vamos, mi vida… vuelve. Estoy aquí.
ASHTON GARDNER
Había pasado una semana.
Siete días sin su risa.
Sin sus bromas.
Sin su voz susurrándome “Ash” en la oscuridad.
Siete días en los que respiraba solo porque ella aún respiraba.
Aunque dormía.
El hospital se había convertido en mi cárcel… y en mi templo.
Dormía en una silla. Comía lo que William me traía todos los días sagradamente. No me movía de su lado.
No podía. No quería.
Su mano… esa pequeña mano que tanto me ha sostenido en la vida, era lo único que no soltaba.
Día y noche, ahí estaba yo, sujetándola.
Como si mi amor pudiera anclarla a esta tierra.
Como si su alma, perdida en algún rincón del universo, pudiera encontrar el camino de regreso a través de mi tacto.
Le habían sacado el respirador artificial. Ya podía respirar sola.
Sus labios estaban pálidos. Ya no eran esos labios color durazno que tanto adoraba besar.
Se suponía que debió haber despertado del coma hace tres días, pero aún no pasaba nada… y ya me estaba volviendo loco.
Tenía miedo. ¿Qué pasaba si algo