WILLIAM FOREST
La habitación quedó en silencio cuando Ash salió.
Solo el zumbido de las máquinas, el pitido regular del monitor… y ella.
Lissandra.
Tendida en esa cama como si el mundo se hubiera detenido solo para esperarla.
Caminé lentamente hacia ella y me senté tratando de no moverla.
La observé un momento.
Tan pálida. Tan frágil.
Pero viva.
Después de todo, estaba viva.
Extendí la mano y acaricié su cabello, con una delicadeza que no sabía que tenía.
La misma que vi en Ash apenas entré, sin duda Ash es el mejor hombre que puede tener mi hermanita.
—Debes recuperarte, Liss… —susurré, apenas audible—. No puedes rendirte ahora.
Mis dedos bajaron por su frente, suaves, como una caricia de hermano.
Como si pudiera protegerla del dolor que ni yo supe evitarle.
—Tú no sabes cuánto te busqué. Cuántas veces quise acercarme y no supe cómo. —Mi voz tembló—. Eres lo único que me queda en este mundo.
Bajé la cabeza, cerrando los ojos con fuerza.
—Eres fuerte. Siempre lo has sido. Más que yo,