ETHAN GARDNER
El sonido del motor rugía con fuerza, pero a mí me parecía lento. Demasiado lento. Como si la carretera se burlara de nosotros, alargándose cruelmente a cada kilómetro. Mis dedos se aferraban con furia al apoyabrazos del auto mientras miraba el GPS. El punto rojo, el maldito punto rojo que señalaba el collar de Liss, no dejaba de moverse. Ash conducía con una precisión aterradora, sin parpadear, sin respirar. Estaba poseído por la furia, por el miedo. Y yo también.
—¿Estás seguro que es ahí? —pregunté por enésima vez, sin poder controlar el temblor de mi voz.
—Sí, el collar de Liss jamás falla y apenas llegue te juro que lo voy a matar, Ethan —respondió con los dientes apretados—. Te juro por Dios que esta vez no lo va a contar. Cometí un error al perdonarle la vida y solo destruirlo económicamente, ahora sí lo voy a matar.
Tragué saliva. Eydan. Su nombre era suficiente para helarme la sangre. Ese malnacido había hecho lo impensable cuando solo tenía diecisiete. Mi novia