ASHTON GARDNER
La noche había caído sobre la ciudad con un cielo estrellado que parecía, por una vez, bendecirme. La fiesta terminó, los invitados se marcharon, y la mansión quedó en silencio… pero no era un silencio cualquiera. Era un silencio expectante. Uno que sabía lo que vendría.
Tenía todo planeado. No quise que nos quedaramos en casa. Esta noche no sería una más. Era nuestra primera noche como esposos y ella merecía lo mejor: el hotel más lujoso de la ciudad, una suite diseñada para ella.
Cuando cruzamos el pasillo, la miré… y sin pensarlo, la tomé en brazos. No porque no pudiera caminar. Sino porque lo prometí.
—Te llevaré como mi reina… como lo que siempre fuiste para mí.
Empujé la puerta con suavidad. La habitación estaba iluminada solo por velas. Pétalos de rosa sobre la cama. Una botella de vino esperándonos. Todo perfecto. Todo para ella.
Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, me giré. Ahí estaba. De pie. En su vestido de novia.
Radiante. Pura. Poderosa.
Pero con