LISSANDRA
Desperté envuelta en su calor, con su brazo rodeando mi cintura y su respiración acariciándome el cuello. Era una de esas mañanas lentas, en las que el mundo parecía estar suspendido entre el sueño y la realidad. No necesitábamos hablar. Su cuerpo decía todo.
—Buenos días, señora Gardner —murmuró Ash, con la voz ronca de recién despertado.
Sonreí sin abrir los ojos.
—Buenos días, amor mío.
Él rió contra mi piel, y sus labios rozaron mi hombro desnudo.
—Tengo que viajar hoy. Reunión en otro estado. Tres días.
Me giré lentamente para mirarlo. Su rostro estaba a centímetros del mío, serio, pero aún con ese brillo pícaro en los ojos.
—¿Tan pronto?
—Sí. Pero quiero que vengas conmigo.
—Ash… Erick tiene clases, y yo tengo cosas pendientes en la empresa. Además, tú sabes que no me gusta que él se quede sin uno de nosotros.
Ash suspiró, resignado, pero me besó la frente con dulzura.
—Lo sé. Solo quería tenerte cerca. Sabes que no aguanto si ti. Te voy a extrañar.
—Y yo a ti. Pero te