ASHTON GARDNER
El sol se filtraba por las cortinas de lino blanco, derramando una luz suave sobre la habitación.
No era violento. No era intruso.
Era ese tipo de amanecer que no grita, sino que susurra: todo está bien ahora.
La suite estaba en silencio.
Podía oír su respiración.
Pausada. Real.
La sentía contra mi pecho, cálida, viva.
Liss dormía sobre mí, con el rostro apoyado en mi pecho y una de sus piernas entrelazada con las mías.
Tenía los labios entreabiertos y el ceño apenas fruncido, como si sus sueños aún la tuvieran atrapada en alguna parte que yo no podía alcanzar.
Pero estaba conmigo.
Después de todo… seguía aquí.
Pasé la yema de mis dedos por su espalda desnuda, dibujando líneas invisibles sobre su piel húmeda de calor.
No para despertarla.
Solo para recordarme que era real.
Sus pestañas temblaron un poco.
Y luego, lentamente, sus ojos se abrieron.
No dijo nada al principio.
Solo me miró.
Y yo a ella.
Acaricié su mejilla, rozando con cuidado el borde de su mandíbula.
—Bue