LISSANDRA
La reunión había terminado hace diez minutos y Ash se había retirado a una videollamada con inversionistas en el ala sur de la empresa. Me quedé revisando algunos documentos en la sala contigua, una pequeña oficina que usaba para firmar contratos o atender asuntos privados.
Pensé que estaba sola…
Hasta que lo escuché.
—Señora Gardner… —dijo una voz gruesa detrás de mí.
Me giré con calma, esperando encontrar a alguna asistente o incluso a Ethan haciendo una de sus bromas.
Pero no.
Era él.
Eduardo Maldini. Un socio menor, con acciones apenas simbólicas, pero con un ego más grande que el edificio entero. Ya me había incomodado con su mirada en otras ocasiones, pero hoy… se sentía diferente.
Demasiado cerca. Demasiado… invasivo.
—Solo estaba de paso —dijo con una sonrisa torcida—. Me preguntaba si tenía unos minutos para conversar… en privado quizás un trago con un socio.
—Lo siento, estoy ocupada —respondí, cortante, dando un paso atrás.
Pero él no se movió. Al contrario, dio u