ETHAN GARDNER
Estaba sudando.
¡Y ni siquiera hacía calor!
Mi reflejo en el ventanal del café mostraba a un tipo arreglado, peinado con más gel del necesario y con el corazón bailando salsa. Porque sí, Olivia había aceptado. Después de varios mensajes y suspiros que nadie escuchaba… había aceptado tomarse un café conmigo.
Un. Café.
Conmigo.
Y no se lo había pedido llorando.
Bueno… no mucho.
—Entonces… ¿estás bien? —me preguntó Olivia, al otro lado de la mesa.
Su voz era como esas canciones que uno no sabe por qué ama tanto, pero te abrazan desde la primera nota.
—Sí, sí —respondí, algo rápido—. Es decir, ahora mejor. Estoy bien. Mejor que bien.
Ella sonrió.
¡Me sonrió!
No por compromiso. No por lástima.
Una sonrisa real. Suya.
—¿Y tu trabajo? ¿Sigues en la empresa con mi hermano?
—Sí, claro. Bueno, me la paso más que nada entre la oficina y la oficina de Liss. A veces hago como que trabajo solo para espiarte cuando vienes a ver a tu hermano.
—Lo noté —dijo, dándome una mirada directa q