LISSANDRA
—¿Vas a estar aquí toda la tarde? —le susurré mientras me inclinaba sobre él, rozando su cuello con mis labios.
Ashton, sentado en su sillón de oficina, me miró con esa sonrisa suave que guardaba solo para mí. Extendió la mano y yo la tomé, para sentarme en su regazo.
—Hasta que tú me eches —murmuró, acariciando mi cintura.
Lo besé una vez más, solo para dejarle ese sabor dulce que sabía que lo volvía loco.
—Voy por unos pasteles para la cena. Vuelvo en menos de una hora, lo prometo. Así volvemos juntos a casa como siempre.
—Ve. Pero no tardes. Esta oficina se enfría sin ti.
Reí mientras tomaba mi bolso y salía por el pasillo.
Todo era normal.
Mi día era normal.
Estaba enamorada. Segura. Protegida. Libre.
O eso creía.
Caminé hacia la pastelería, estaba cerca así que compre un jugo y caminé tranquila. Al terminarlo lo boté a la basura cerca de un callejón. No sentí la mano.
Solo el aroma.
Un golpe de perfume químico. Un pañuelo húmedo sobre mi rostro.
Intenté gritar, pero mi