De nuevo el destino le mostraba que ella era una simple hoja al viento. Dios, el ser superior o la providencia, tensaban hilos que no podía ver. Era imposible hacer planes, pues siempre se abría un camino inesperado.
Pero ahora ese camino era afortunado.
Hatsú le había dicho que Ryu vivía. Era él quien se reveló a la humanidad. Continuaba adelante en su determinación de evitar la guerra y proteger el mundo que conocían, ella no podía abandonarlo. Antes, sintió que era necesario un puente entre vampiros y humanos, ahora que sabía que Ryu vivía, deseaba ayudarlo y ser ese puente.
Lo único que le dolía era su hermana.
Hatsú estaba sola y era una niña frágil. De no haberse enterado de que Ryu vivía, se hubiera quedado con ella para guiarla. Pero ella misma insistió en que se marchara, que lo entendía.
La ex cazadora se hizo una promesa, volvería por ella, no la abandonaría.
Tomó la motocicleta que había dejado oculta en el bosque y partió hacia el que sabía, era su destino. Por vez prime