Hatsú era una persona esquiva, quizás tímida. Evitaba hacer contacto visual, aunque notaba que la miraba a escondidas. ¿Cómo era posible que esa niña bajita, de apariencia frágil fuese una poderosa arma asesina? Amaya no lo comprendía ¡Cuanto daño les habían hecho! Hatsú apenas era una adolescente sobreviviendo en la soledad de una vida hostil, no merecía nada de eso.
Se acercó a ella en silencio para ayudarla, en lo que intuyó, serían sus actividades cotidianas. Cerca corría un pequeño riachuelo y la jovencita sacaba peces de él. Sus movimientos eran tan rápidos que el ojo humano de seguro no podría seguirlos. En minutos tenía media docena de pequeños peces en una cesta de paja. Hizo una fogata cerca del río donde asó los peces y ambas comieron en silencio.
Entrada la noche, las dos se calentaban frente a las llamas.
—Ya viene —dijo Hatsú.
Amaya se incorporó escudriñando la oscuridad, echaba en falta su espada.
—Tranquila, solo es Karan —dijo la muchacha haciendo figuras en la tierr