Inmediatamente, la música de cámara fue sustituida por otro ritmo tropical mucho más moderno que invitaba a mover las caderas. Katherina Lynch y Nina Rosewood, dos vampiras, una rusa y la otra norteamericana, bailaban de manera sensual. Con sus miradas invitaban a los príncipes a unirse a su baile seductor. Andreas Filippo, el vampiro italiano dueño de varios viñedos mediterráneos, aplaudió complacido para luego agregar:
—Maravilloso, adoro esta música moderna que invita a... —El vampiro no terminó de hablar, pues su boca la ocupó en los dulces y voluptuosos labios de la condesa.
—Solo falta el banquete, mi querido príncipe —dijo Lord Byron a Zahyr, levantando la copa.
Ryu observó en silencio como Vlad y Zahyr sonreían satisfechos.
—No crean que nos hemos olvidado de eso —dijo Vlad alzando la voz—, Zahyr y yo hemos seleccionado lo mejor para esta celebración. Después de casi un siglo sin estar todos juntos en la misma habitación, creo que es lo adecuado.
—¿De esa espléndid